¿Cómo se llama Jujuy? ¿Qué significa realmente Jujuy?
La Epopeya del Nombre de la provincia mas latinoamericana de Argentina
Más que un nombre, una historia viva
Decir “Jujuy” no es simplemente ubicar un rincón en el mapa argentino. Decir “Jujuy” es poner en palabras siglos de lucha, memoria y espiritualidad que aún caminan entre los cerros. Es como pronunciar un eco largo y profundo desde un glorioso rincon de los andes, cargado de imperios y resistencias, de voces que cantan desde el polvo y el rebozo. En esa palabra, breve y única, late una historia que cruzó cordilleras, idiomas y conquistas sin dejar de ser ella misma. Una palabra que, como la tierra, nunca se rindió.
El mundo antes de “Jujuy”: un territorio lleno de nombres y sentido
Antes de que la voz castellana dijera “Jujuy”, este lugar era un cruce de caminos en el universo andino. Allí, en paisajes donde la altura corta el aliento y la luz es limpia como el silencio, vivían pueblos que moldeaban la tierra y la historia.
- La Quebrada de Humahuaca era territorio omaguaca. Tilcaras, ocloyas y purmamarcas ocupaban ese corredor vital, con espíritu guerrero y raíces que resistieron tanto al Inca como al conquistador español.
- La Puna Altoandina cobijaba a casabindos y cochinocas. En esa inmensidad salpicada de salares, estos pueblos criaban llamas y extraían minerales, sabiendo leer las estrellas como quien lee una herencia.
- Los Valles templados, por su parte, eran el dominio de los jujuíes, agricultores indispensables en el engranaje económico del Tahuantinsuyo. Ellos sostenían el imperio desde la semilla.
Cuando llegaron los Incas: organización, traslado y rito
Hacia 1470, bajo el liderazgo de Pachacútec, la región se sumó al Collasuyo, una de las cuatro grandes divisiones del Tahuantinsuyo. Pero no fue una anexión violenta, sino una estrategia basada en ingeniería social:
- Los mitmaqkuna eran pueblos enteros que eran reubicados para garantizar el control. Así llegaron los chichas, integrándose en esta trama de culturas y lealtades.
- Los chasquis, veloces y entrenados, llevaban mensajes por el Qhapaq Ñan, la red vial que conectaba estas tierras con Cusco. Imaginalos cruzando montañas con el pulso del imperio en sus pies.
- Y los qollqas, almacenes del Estado, rebosaban de maíz, papas y quinoa, para alimentar tanto a la población como al ejército. Eran el estómago del poder incaico.
El Xuxuyoc: figura central de un sistema que lo abarcaba todo
El xuxuyoc no era un simple funcionario. Era un noble incaico, con sangre y poder. Un engranaje vital del Collasuyo, subordinado al apu, y en última instancia, al Sapa Inca. Él mandaba sobre la tierra y sobre el alma:
- Coordinaba la mit’a, ese sistema de trabajo colectivo que construyó terrazas y caminos.
- Reunía tributos en forma de textiles, alimentos y ofrendas.
- Y oficiaba rituales como el qhapaq hucha, para aplacar a los dioses con ceremonias que combinaban fe, política y comunidad.
Este xuxuyoc también era un diplomático. Negociaba con los kurakas locales —como los omaguacas— buscando alianzas o imponiendo respeto a través de matrimonios. Su título, nacido de la palabra xuxuy (que podría ser un valle, un río o un recurso) más el sufijo -yuq (“el que tiene”), significaba literalmente “el que posee Xuxuy”. De allí, siglos después, surgirá “Jujuy”.
Del Xuxuy al Jujui: la metamorfosis del nombre
Los españoles, al llegar, intentaron escribir lo que escuchaban. Y en ese intento, el nombre mutó:
- 1549: “Xuxuxi”
- 1575: “Xuxuy”
- 1630: “Jujui”
Eran maneras de atrapar, con letras europeas, el sonido quechua /ʃ/, una especie de “sh” que no existía en su idioma. Así comenzó una transformación que duraría siglos.
Viltipoco: el líder que enfrentó a los conquistadores
Desde 1549, los españoles no tuvieron fácil el avance. La resistencia fue larga, dura y estratégica. Su líder fue Viltipoco, curaca de Humahuaca y Purmamarca. Entre 1560 y 1594, organizó una fuerza compuesta por tilcaras, ocloyas, osas, chibchas y diaguitas.
- Emboscaban en los estrechos de la Quebrada.
- Bloqueaban caminos.
- Atacaban de noche.
En 1561 destruyeron la Ciudad de Nieva, y en 1576 arrasaron San Francisco de Álava. En 1594 asediaron San Salvador de Jujuy, pero Viltipoco fue capturado por Argañarás. Rebautizado Diego Vilte, vivió sus últimos años entre los suyos. Hoy, sus descendientes siguen en Purmamarca, con ese apellido que es historia viva.
La “J” que reemplazó a la “X”: una batalla que también fue lingüística
Durante más de dos siglos, convivieron formas del nombre:
- 1578: Xuxuy
- 1630: Jujui
- 1702: Juxuy
- 1770: Cosme Bueno propone “Jujuy”
- 1815: La Real Academia Española lo oficializa
La letra cambió, pero el eco original se mantuvo, resistiendo con dignidad.
Cuando los nombres aún hablan
En Jujuy, la toponimia —ese arte de nombrar lugares— sigue revelando historias. Cerros como Xuxuy Orkho o pueblos como Purmamarca conservan las raíces quechuas y aymaras. Son como postales de una identidad que nunca se exilió.
El xuxuyoc vive en los telares y las coplas
Hoy, las tejedoras kollas siguen bordando el símbolo del xuxuyoc en sus textiles. Y en el carnaval, entre cajas y vidalas, se oye esta copla:
Viltipoco maldice al Shushuyoc,
pero su sombra en el cerro sigue…
El poeta Eleodoro Flores lo dijo sin rodeos:
“La J de Jujuy es un puñal clavado en la lengua quechua, pero la sangre de esa herida aún escribe nuestra historia.”
Jujuy, un palimpsesto de culturas
La historia de Jujuy no es lineal. Es un palimpsesto —como esas hojas que se reescriben sin borrar del todo lo anterior— donde coexisten tres mundos:
- El incaico
- El omaguaca
- El colonial
Ninguno desaparece, todos se abrazan en la memoria.
¿Qué significa “Jujuy”?
“Jujuy” es la castellanización de “Xuxuyoc”. Es más que un nombre: es un símbolo de poder, resistencia y sincretismo cultural.
- Xuxuy: raíz quechua original
- Jujui: forma de transición
- Jujuy: forma definitiva, reconocida desde 1834
La lengua también resiste
Aunque escribamos “Jujuy”, el sonido /ʃ/ —esa sibilante quechua— sigue viva en la memoria. En las lenguas, como en los pueblos, habita también la resistencia.
De colonia a identidad: Jujuy se convierte en provincia
En 1834, tras la independencia de 1816, Jujuy se separa de Salta y se convierte en provincia. Su nombre deja de ser geografía y se vuelve identidad. Desde entonces, en cada mercado, en cada cerro, en cada festival, Jujuy late como símbolo de una historia propia.
En resumen: Jujuy no es solo un nombre. Es un corazón que no se rinde
Jujuy es una palabra que fue tallada por los incas, defendida por Viltipoco y reformulada por los españoles, pero nunca vaciada. Es un nombre que sobrevivió imperios. Que se pronuncia en los cerros, los telares, las coplas. Que une el pasado del Tahuantinsuyo con el presente de la Argentina moderna. Que no olvida.